Durante el siglo XIX, con la invención de los cartuchos de retrocarga, la armas consiguieron que se las dotara de una gran versatilidad. Se diseñaron armas de gran imaginación, donde su uso podía estar destinado a situaciones muy concretas. Así, se inventaron los cañones cerraduras, las hebillas pistolas, las petacas pistolas, etc, etc, de las que algunas tengo la suerte de poseer. Del mismo modo, se inventó el bastón escopeta.
Como ya cito en el capítulo dedicado al Bastón-Avispero, fue a partir del siglo XVI cuando aparecen las primeras combinaciones entre bastones y armas de fuego, pues el conocido como bastón estoque ya se conocía de siglos atrás. Su fin era estar armado de manera desapercibida, y los usos que se le daban iban desde el defensivo hasta el cinegético.
En 1836, un arma de estas características se un hizo hueco en la Historia: Durante el ajetreado reinado del rey francés Luis Felipe, éste fue objeto de varios atentados. Así, el 25 de junio de 1836, mientras paseaba en su carroza real, un republicano llamado Louis d Alibaud atentó contra el soberano con un arma combinada, causándole la muerte.
Fueron muchos los países que elaboraron este tipo de arma, destacando en Francia los construidos en las fabricas de Saint Etienne y en España los fabricados en la villa de Eibar. También se fabricaron en los Estados Unidos (allí, los más afamados son los de la firma Remington), Alemania, Inglaterra, etc.
El de esta colección fue construido por la fábrica: Víctor Sarasqueta, Cortaberría y Cía., principal empresa productora de estas armas que perduró en Eibar entre 1899 y 1906, siendo probable que la causa de su disolución fuera el Real Decreto de 28 de Septiembre de 1907.
Dicho decreto, dictado por el entonces Ministro de Gobernación, Sr. La Cierva, establecía la prohibición del uso y fabricación de los bastones-escopeta por tratarse de un arma susceptible de ser utilizada en atentados.
Debido al éxito obtenido por estas armas, empezaron a fabricarse en cantidades considerables y, debido a este decreto, un importante sector de la industria armera se vio seriamente perjudicado.
Estas medidas no se mostraron lo suficientemente efectivas para acabar con los cada vez más frecuentes atentados anarquistas y el auge del fenómeno del pistolerismo.
Para disimular el arma, se cromaba la empuñadura (que es donde van todos los mecanismos de disparo), imitando plata y se pintaba el cañón de negro o de color madera, como la vara del bastón, haciendo así muy difícil su diferenciación de un bastón normal.
Se trata de un bastón que integra una escopeta monotiro del calibre 16. Su manejo era muy sencillo: se giraba el cañón unos 90ª y se tiraba hacia atrás del puño, lo que dejaba la recámara abierta y presta para introducir el cartucho. Luego se cerraba y se volvía a girar el girar el cañón hasta su posición inicial. Una vez realizada esta operación, se tiraba de un resorte integrado en el puño que hacía que saliera de su escondite el gatillo, quedando el bastón preparado para ser disparado. Por supuesto, antes de hacerlo había que quitar el regatón de la punta del cañón si no se quería que éste saliera disparado junto con los perdigones. Debía de ser bastante habitual olvidarse de este detalle, pues son pocos los bastones que conservan sus regatones originales.
Se podía utilizar para defensa personal, portándolo como un bastón más, o para uso cinegético para lo cual cuenta con una culata. Un sector del público, que solía pasearse a menudo por el campo, cansado de perder oportunidades de disparar cuando se le cruzaba una pieza al no llevar la pesada escopeta, se convirtió en su máximo demandante.
Soy de la opinión de que pocas piezas se debieron cobrar con armas como ésta, pues dudo que la liebre tuviera a bien esperar a que el avezado cazador sacara el regatón, armara el bastón, apuntara y disparara.
Tanto el bastón como la culata están firmados por la Fca. de Víctor Sarasqueta, Cortaberría y Cía., y numerado ambos con el Nº 28, por lo que no creo que su producción fuera muy alta. La culata, fabricada con una preciosa raíz de nogal, es telescópica y cuenta con un tornillo en la parte inferior que adaptaba su longitud según conviniese. También lleva gravada la inscripción "Privilegio de Invención Sistema EGOKIA".
Es una pieza curiosa merecedora de estar en cualquier colección.
Jesús Madriñán
Datos técnicos
Fabrica de Victor Sarasqueta, Coraberría y Cía
Eibar
1899-1906
Fuego central
718 mm
Acero cromado
Víctor Sarasqueta Suinaga (1864-1930) nació en el caserío vasco de Azpiri. De origen humilde, careció de instrucción y cultura en sus primeros años. A los 14 años abandona el caserío con su hermano Juan José y enseguida se coloca de aprendiz en Ardanza con el industrial Makalarro.
Allí aprendió el oficio y, con su hermano,fundó un taller de armas que aparece en la matrícula industrial de Eibar correspondiente a 1887.
En 1899 se asociaron con Francisco Cortaberría y José Urizar en la razón social "Sarasqueta, Cortaberría y Compañía". En octubre de 1906 se independizaron fundando la fábrica "Víctor Sarasqueta", y centrando las bases de su actividad en la industria de la escopeta.
La fábrica, en continuo progreso, era su obsesión. Sentía pasión ante una obra bien hecha y a todos procuraba inyectar este mismo espíritu.
Es famosa la escena en que, con gesto airado, rompe a martillazos una escopeta ya terminada sólo porque al bascular sus cañones no lo hacía con dulzura, ya que ofrecía una imperceptible esistencia.
Desde el primer momento apoyó la idea de la fundación de la Escuela Armera en 1912, cooperando a su mantenimiento. También propulsó la implantación en 1919 del Banco Oficial de Pruebas para establecer las pruebas voluntarias así como las obligatorias oficiales del Estado.
Fue de los primeros en acudir al Banco de Pruebas. Creía que no era suficiente limitarse a las pruebas oficiales, y que las voluntarias daban a las armas un prestigio de buena fabricación. Desde que empezó a funcionar el Banco hasta su muerte, envió 4.386 escopetas. El número de rechazadas fue solo de 15.
Su hermano Juan José muere en 1919. Sus herederos se separaron de la Sociedad y continuaron con el nombre de "Viuda e hijos de J.J. Sarasqueta".
Alfonso XIII le distinguió con su amistad y familiarmente le llamaba Bitxor, nombrándole proveedor de escopetas de la familia real. Poco antes de morir le mandó sendas escopetas a los infantes Don Juan y Don Gonzalo.
Obtuvo numerosos e importantes premios, logrando en 1897 el de la Exposición Regional de San Sebastián y en 1910 los de la Exposición de Buenos Aires. Poco antes que su muerte salió triunfador en la Exposición de París.
Su muerte, acaecida un 15 de Julio de 1930 a los 66 años de edad, trajo consigo el cierre temporal de la fábrica, pero en 1939 se retoma nuevamente la producción a manos de su hijo Víctor Sarasqueta Basterrica (1912-1979), también considerado muy buen armero al igual que su predecesor, fundando bajo la patente N° 140.137 la "Víctor Sarasqueta S.A.".
En 1992 la fábrica cerró y con ella cesó la fabricación de las escopetas Víctor Sarasqueta, sin duda unas de las mejores y con más renombre mundial.